ArtÃculo de Revisión
El maltrato hacia las personas mayores: mecanismos de prevención y protección
Luciano Di Cesare
Revista GeriatrÃa ClÃnica 2015;(02):0034-0043
Este trabajo propone un acercamiento novedoso para abordar el maltrato contra las personas mayores y brinda elementos para su comprensión y análisis. Se afirma que el maltrato está relacionado con la capacidad de las sociedades de integrar a todos sus miembros, y que en la medida que exista más apertura frente a la diferencia y las necesidades de todos los sujetos que la componen, resultará más fácil detectarlo y prevenirlo. También se enfatiza la importancia de afrontar el maltrato desde la perspectiva del ciclo vital, puesto que las reservas con que cuenten las personas mayores para salvaguardarse de los actos de violencia dependen de los factores protectores de distinto orden que hayan acumulado durante su vida. De forma complementaria, se refuerza la idea de que el maltrato es un problema de todos y que no debe resolverse de manera aislada. La sociedad en general, y el Estado en particular, tienen la obligación de fomentar y fortalecer los factores protectores por medio del desarrollo de políticas públicas específicas. El uso de este enfoque permitiría diseñar intervenciones que habiliten a las personas mayores para lograr el cambio necesario en este sentido.
The article proposes a novel approach to address abuse against older persons and offers tools for its understanding and analysis. It affirms that abuse is related to the ability of societies to include all its members. As long as there is openness to the differences and needs of all members of society, it will be easier to detect and prevent instances of abuse. It also emphasizes the importance of dealing with abuse using the life-cycle approach given that the ability of older persons to safeguard themselves from violent acts depends on various protection factors they may have gained in their lifetime. To complement this, the article reinforces the idea that abuse is everybody’s problem and therefore it should not be solved isolatedly. Society in general and the State in particular have the obligation to encourage and strengthen protective measures through the development of specific public policies. The use of this approach would allow for the design of interventions that would empower older persons to achieve the necessary change in this regard.
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
Fuente de información Publicaciones Latinoamericanas. Para solicitudes de reimpresión a Revista GeriatrÃa ClÃnica hacer click aquí.
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A. Las sociedades y sus dimensiones: visibilidad del abuso y el maltrato
Para abordar el tema del abuso y el maltrato hacia las personas mayores con profundidad se propone comenzar con una reflexión vinculada a su visibilidad social. Para ello, resulta útil efectuar una analogía que denomino “las sociedades y sus dimensiones”. Tales dimensiones están determinadas por la posibilidad de ver, y no solo de mirar, que tienen sus integrantes.
Para afrontar el tema del abuso resulta preciso entender la influencia directa que tienen las sociedades y sus dimensiones (D) como determinantes de lo que la propia sociedad percibe respecto de esta situación, y del trato hacia sus mayores. De allí que el maltrato, aun cuando exista, puede no ser visible. Se declara invisible aquello que, por más que se mire, no se puede ver.
En esta analogía que se propone como marco de interpretación, se encuentran en una primera instancia las sociedades unidimensionales (lineales). Pueden representarse como una recta, en la que cada punto de esa línea es un individuo que de acuerdo hacia dónde mire es lo que ve. En estas sociedades, cada miembro ve hacia adelante o hacia atrás, siempre en un único sentido, en forma caótica e individualista (véase el Diagrama 1).
Este tipo de sociedades también pueden presentarse más organizadamente, representándose con dos vectores distintos. Por una parte, se encontrarían aquellas en las que los individuos solo ven a quien está delante. Se las representa como un vector único. Están dominadas por el individualismo y la competitividad extrema. Los individuos se preocupan por alcanzar únicamente lo que tienen delante (véase el Diagrama 2).
Por otra parte, la sociedad lineal puede avanzar hacia otro estadio, que se representa mediante un vector simultáneo, puesto que en ellas cada miembro mira hacia adelante y atrás (véase el Diagrama 3). Sus individuos se orientan hacia adelante pero ven también a quienes tienen detrás, aunque esta última no es una visión de preocupación, sino de competitividad, con la pretensión de evitar que los que vienen detrás los alcancen.
Luego, como un nuevo estadio de avance, se encuentran las sociedades bidimensionales o planares, cuyos integrantes pueden ver hacia adelante y atrás, y también hacia sus lados —derecha e izquierda—. Sin embargo, no ven hacia abajo ni arriba (véase el Diagrama 4).
La visualización comprende un único plano de dos dimensiones en el que se aprecia solo lo similar. Esta dimensión podrá ser incluso multiplanar. A ella responde por ejemplo el esquema de solidaridad social propuesto por Bismarck, en el que solo se perciben trabajadores, los demás miembros de la sociedad están en otro plano, cada cual permanece en su plano sin mezclarse con los demás (véase el Diagrama 5). Por una parte están las personas ricas y aseguradas y por la otra las pobres y sin cobertura del seguro social—así categorizadas socialmente—, y entre ellos no se ven, caen o pasan de un plano a otro. La interacción generada por esa solidaridad supone nutrirse de un plano en detrimento del conjunto. Es una interrelación que podría denominarse de “captura”.
Seguidamente, se encuentran las sociedades tridimensionales, en las que sus miembros ven hacia adelante y atrás, a la derecha y a la izquierda, y también incorporan una nueva dimensión de percepción, arriba y abajo (véase el Diagrama 6).
Aquí surgen conceptos in sólidum; los miembros de esta sociedad se encuentran integrados en un mismo cuerpo, con un reconocimiento de pertenencia, preocupación por el bienestar general, verdadera solidaridad, y nadie actúa en detrimento de otro. Existen obligaciones compartidas. No se generan beneficios ni caridad, sino que la integración social se produce por esta mirada in totum que comparten.
Obviamente, una sociedad con esta dimensión de visibilidad implica un avance hasta el primer supuesto de integración, en el que se establece un consenso social propio e integrador del todo y de cada uno. Ello puede significarse como un nuevo contrato social.
Sin embargo, esta estructura social tiene sus límites, y suelen convertirse en sociedades endogámicas. En función de ello, no ven ni reconocen a los individuos inmigrantes o a los pueblos indígenas, por ejemplo, los cuales se ubicarían en otra dimensión.
Finalmente, el grado más avanzado de integración lo representan las sociedades multidimensionales, en las que no existen miembros invisibles. Al poder ver a todos los individuos que la componen, sus dimensiones y su extensión hacen que se verifique una real o más acabada integración social (véase el Diagrama 7).
Se generan acciones completamente diferenciales que responden a las necesidades de cada uno o de cada similar, con una efectiva tutela de derechos, como así también obligaciones y responsabilidades conjuntas. No hay límites ni condiciones que operen como determinantes de la integración social.
Utilizando estas analogías, se podrá comprender y actuar frente al abuso y la violencia hacia las personas mayores con más claridad, reflexionando sobre lo que es visible y lo que no lo es en las sociedades realmente existentes. En cada dimensión social los individuos ven lo que pueden, pero ello no quiere decir que lo que no ven no exista.
La mirada que no logra ver la integridad de una sociedad tampoco puede percibir el abuso hacia una persona mayor tal como efectivamente existe, y en base a este fenómeno se construye el concepto de “invisibilidad”, estrechamente vinculado al análisis de los asuntos de la vejez.
La mirada que no logra ver la integridad de una sociedad tampoco puede percibir el abuso hacia una persona mayor tal como efectivamente existe, y en base a este fenómeno se construye el concepto de “invisibilidad”, estrechamente vinculado al análisis de los asuntos de la vejez.
B. Conceptualización del maltrato
El abuso o maltrato contra las personas mayores se define como cualquier acción, serie de acciones o falta de acción apropiada que les produce daño físico o psicológico.
A diferencia de otras definiciones, en esta no se considera la situación de “expectativa de confianza”, pues esa variable no se impone como condición necesaria para que efectivamente exista el maltrato, en todo caso, será considerada un agravante de la conducta. Tampoco es determinante la voluntad de causar el daño efectivamente.
Esta conceptualización amplia permitirá abarcar todos los tipos de maltrato que van a exponerse seguidamente, admitiendo una definición lo suficientemente flexible, en consonancia con la influencia que tienen las sociedades y sus dimensiones en esta problemática, tal como se expuso previamente.
C. Tipos de maltrato
Los “tipos” constituyen una mera categorización teórica, en función de la naturaleza preponderante que se advierte para cada una de estas categorías delimitadas, pero ello no implica que una forma de daño causado no genere a su vez otro tipo de daño —físico y a su vez psicológico, por ejemplo—. Las tipologías que se describen pretenden ser lo suficientemente abarcativas, con el fin de contener las distintas dimensiones de percepción o visibilidad de cada sociedad.
Es necesario aclarar que los tipos de maltrato se distinguen de los contextos en los que pueden ocurrir. Pueden entonces describirse distintos tipos de maltrato (Iborra, 2005; Bazo, 2004):
• Maltrato físico: está constituido por acciones u omisiones impuestas físicamente que provocan o pueden provocar daño, lesiones o limitaciones físicas, incluyendo todo tipo de agresión o coerción física o la acción de impedir el movimiento libre de una persona en un mueble o sitio. Los síntomas que pueden aparecer ante un caso de maltrato físico suelen ser lesiones físicas, disminución de la movilidad, escaras, aislamiento, confusión y otro tipo de alteraciones del comportamiento.
• Maltrato psicológico y emocional: está conformado por acciones —por lo general de carácter verbal— o actitudes que provocan o pueden provocar daños psicológicos. La victimización y la interferencia perniciosa han sido descriptas como casos particulares de este tipo. Los síntomas que pueden presentarse son el miedo, insomnio, tristeza, sectarización, sueño excesivo, dificultad para adoptar decisiones, apatía, aislamiento y depresión.
• Negligencia: se define como cualquier descuido u omisión en la realización de determinadas acciones o la acción de dejar desamparada a una persona que depende de la ayuda de otra, como también aspectos vinculados a estos cuidados que generan un daño que pudo ser evitado, por ejemplo, no proveer los alimentos adecuados, agua, ropa limpia, un lugar seguro y cómodo, atención médica e higiene personal.
Los síntomas que suelen presentar las personas mayores que son objeto de negligencia son palidez, pérdida de peso, labios secos, ropa sucia, carencia de anteojos, audífonos, temblores, infecciones genitales reiteradas, falta de higiene corporal, incontinencia, escaras o úlceras, deterioro físico y mental.
• Abuso económico: consiste en la utilización o exigencia excesiva, ilegal y no permitida de los recursos económicos o propiedades de una persona. Se consuma mediante el uso ilegal, la apropiación indebida o la afectación del patrimonio de las personas mayores. Los indicadores que aparecen en estos casos suelen estar vinculados con el desapoderamiento de los bienes, la repentina judicialización de la capacidad legal, la adquisición de créditos usurarios, la incongruencia entre sus bienes y las condiciones en las que vive la persona mayor, entre otros.
• Abuso sexual: es cualquier contacto corporal de connotación sexual realizado sin consentimiento, en el cual la persona mayor involucrada participa contra su voluntad.
• Maltrato pseudo-terapéutico: es aquel que se infiere mediante técnicas terapéuticas no adecuadas que generan perjuicio a la salud, dolor, restricciones o control sobre la persona mayor. Puede responder al ensañamiento profesional, a la prescripción medicamentosa o a las prácticas diagnósticas requeridas, y puede irrogar peligro de vida. Incluye tanto la polimedicación perniciosa como el subtratamiento. Los síntomas que se manifiestan son problemas en la movilidad, confusión, ausencia, aislamiento y otro tipo de alteraciones del comportamiento, dolor, lesiones severas o complicaciones en la salud, incluyendo el riesgo de vida.
• Acusaciones de brujería: tendencia a culpar a las personas mayores, en especial a las mujeres, de todo tipo de adversidad. Estos casos responden en ciertas ocasiones a cuestiones vinculadas con la propiedad de la tierra y los derechos de herencia; en esas situaciones, la viuda es desposeída de su derecho mediante esta acusación (Naciones Unidas, 2002).
D. Contexto del abuso y el maltrato
1. Contexto social
Es el marco social en el que se produce el maltrato en función de la descomposición de las relaciones sociales o de un encono especial contra las personas mayores, situaciones que transforman este entorno en un espacio propicio para que se produzcan distintos tipos de maltrato. Son casos particulares de este contexto, a su vez:
• La delincuencia comunitaria: delitos, atracos, robos aprovechando la vulnerabilidad de las personas mayores.
• La violencia política: desplazamientos forzosos, refugiados.
• Las emergencias o desastres naturales: las personas mayores no cuentan con protocolos de protección frente a estos eventos.
2. Contexto sistémico
Este contexto requiere de interrelaciones que involucran distintos actores que, entre sí y por medio de la articulación de normas, prácticas, programas, disvalores o restricciones establecidas por el sistema, resultan dañosas para las personas mayores. Se trata, por ejemplo, de situaciones de marginación, menosprecio, ingreso forzado a instituciones, barreras de accesibilidad —a sitios públicos, a créditos—, endeudamiento, abusos de distinta índole, entre otras (Dabove, 2002).
Un ejemplo claro de este tipo de contexto se produjo en la Argentina con las mutuales de crédito, que podían descontar legalmente en forma automática de los haberes jubilatorios los préstamos que otorgaban a las personas mayores. Estos además solían ser créditos usurarios o de consumo, y en algunas oportunidades se concretaban sin su expresa voluntad. Se trata de un caso de abuso económico perpetuado por un contexto sistémico en función de las regulaciones que lo permitían. De allí que para contrarrestarlo fue preciso un decreto de la Presidencia de la Nación que limitó estas posibilidades hasta entonces sistémicamente admitidas.
3. Contexto familiar
Muchos de los casos de maltrato se producen en el seno de la familia —superan el 40% según los informes especializados (Roqué, 2009)—, teniendo como particularidad una gran invisibilidad dada por el alto umbral de tolerancia y el fuerte contenido emocional que inevitablemente se verifica en este contexto.
Se ha llegado a describir que existen dos espacios en los que la violencia es muy explícita: uno es la guerra y el otro justamente la familia. Por ejemplo, se dice que Sófocles se vio obligado a escribir y recitar ante el juez una de sus obras magistrales, “Edipo en Colono”, debido a un juicio de insania emprendido por sus propios hijos que reclamaban el manejo de sus bienes (Iacub, 2007).
En este contexto, las barreras a las denuncias son muy importantes, de modo que los mayores requieren no solo una protección especial frente a estos hechos, sino además sistemas que faciliten la solución del conflicto intrafamiliar.
4. Contexto institucional
En este caso, el maltrato hacia la persona mayor se produce en el marco de una institución pública o privada, mediante el ejercicio del poder o la dominación. Puede ser efectuado por miembros del personal, visitantes voluntarios o los familiares aisladamente, distinguiéndose este caso particular de los demás tipos de maltrato por el hecho que se verifica en este contexto en virtud de prácticas institucionalmente instauradas.
E. Factores de riesgo
Pueden ser definidos como determinantes derivados de las características familiares, personales, sociales o culturales que, cuando existen, generan o incrementan la posibilidad de que se produzca un determinado daño considerado como maltrato hacia las personas mayores.
1. Factores de riesgo individuales
a. De la víctima
Este grupo etario es habitualmente considerado vulnerable simplemente por el paso del tiempo, esta condición lo coloca en una situación de riesgo (González Zeinos et al., 2004). Del mismo modo, las limitaciones a la autonomía suelen acentuar esta exposición a los abusos, al igual que la dependencia (Homer y Gilleard, 1990). Ello se agudiza en las personas que han perdido su capacidad jurídica.
Otro de los factores de riesgo respecto del maltrato y el abuso es la pobreza (OPS y OMS, 2003), que muchas veces implica la convivencia de hasta tres generaciones en un mismo hogar, en contra de la voluntad de los integrantes de la familia. También actúan en este sentido los gastos que provoca la atención de la persona mayor, en tanto que pueden generar resentimiento entre los familiares. En este punto no puede dejar de reconocerse que la dependencia de cuidados o económica de la persona mayor respecto de quien lo maltrata diluye la posibilidad de denuncia o defensa.
Las personas mayores que padecen depresión, ideas suicidas, sentimientos de infelicidad, vergüenza o culpa son más pasibles de sufrir y tolerar el maltrato (Muñoz, 2004). La desvalorización de sí mismo opera como otro factor de riesgo. Además, considerar al envejecimiento como una discapacidad genera estereotipos con los que muchas veces la persona mayor también se identifica y tiene como consecuencia una afectación concreta de su integración social y comunitaria, como así también del ejercicio pleno de sus derechos ciudadanos (Cabra de Luna y Bariffi, 2009).
El umbral de automaltrato de la persona mayor suele ser muy alto, y es un determinante de la tolerancia al maltrato. El aislamiento social también las expone a este tipo de situaciones. El género puede considerarse un factor de riesgo, ya que se ha descrito un mayor padecimiento de este problema por parte de las mujeres (González et al., 2005). Finalmente, existen estudios que demuestran que cuanto más violenta o agresiva es la conducta de la persona mayor, más riesgo corre de ser objeto de maltrato.
b. Del agresor
En determinados casos el propio cuidador, por lo general un familiar, depende económicamente de la persona mayor, y esta situación le produce sentimientos de ira o enojo porque se ve obligado a convivir con ella o cuidarla, lo que en ocasiones genera el maltrato (Wolf y Pillemer, 1989).
El aislamiento social también puede presentarse en los cuidadores, además de la falta de apoyo social. En definitiva, el desgaste del cuidador resulta un factor de riesgo de relevancia. Claro está que existe una prevalencia de maltrato en el caso en que los agresores de las personas mayores presenten problemas psicológicos —como la depresión— (Paveza et al., 1992) o de abuso de sustancias tóxicas (Bristowe y Collins, 1989).
2. Factores de riesgo relacionales, sociales y comunitarios
Los estereotipos sobre el significado de la vejez se manifiestan casi por igual tanto entre los jóvenes como entre las propias personas mayores, y son determinantes de tratos que conducen a su infantilización, deshumanización y la pérdida de sus derechos.
Es una realidad que el cuidado de una persona mayor puede ser una importante causa de estrés dentro de la familia, en general agravada por otro factor de riesgo que es el desconocimiento sobre el proceso de envejecimiento, al igual que la carencia de apoyos idóneos.
La violencia intergeneracional se presenta como una forma de conducta cotidiana en los contextos antes analizados, a lo que se suma la alta tolerancia social a los escenarios de violencia en general.
La carencia o el escaso desarrollo de entidades de gobierno específicas vinculadas a las personas mayores puede considerarse otro factor de riesgo. Además, cuando estas instituciones existen, suele verificarse una escasa articulación entre los diferentes organismos del gobierno, lo que hace más difícil la implementación de acciones de prevención y control del abuso y el maltrato contra este grupo social.
F. Reservas: factores de protección o prevención
Los factores de protección o prevención serían aquellas reservas con que la persona cuenta o que se le otorgan a fin de que pueda afrontar las distintas situaciones que se le presentan en su vida. Se van edificando mediante aquello que se recibe del mundo externo y lo que el propio sujeto toma de ese mundo para interiorizarlo, hacerlo propio y utilizarlo como una forma de protección o prevención. En términos generales, las reservas minimizan o evitan cualquier daño o peligro que deba enfrentar el sujeto, o bien facilitan el abordaje de esa situación.
Estos factores surgen de distintas acciones concretas, que a veces se refieren al propio recorrido de vida de la persona y en otras oportunidades se vinculan con los servicios que se les brindan o lo que reciben de las estructuras sociales en las que están insertas, pero que participan de una concepción: siempre logran generar reservas.
Es preciso analizar con qué tipo de reservas llega la persona mayor a esta etapa de la vida, su cantidad y calidad. En el caso de que fueran escasas, será necesario implementar acciones concretas que las solidifiquen, para permitirle posicionarse en un espacio en el que no pueda ser sujeto de maltrato o logre defenderse de él. El umbral de tolerancia al maltrato proviene en buena medida de la capacidad interior de automaltrato o autocastigo, por ello, las reservas sirven para generar recursos que fortalecen la autoestima individual y social de las personas mayores, disminuyendo esa tolerancia.
G. Tipos de reservas y acciones que las generan
Entre las acciones concretas que actúan como reservas para la prevención y protección frente al abuso y el maltrato, una que se reconoce en la mayoría de las sociedades es el sistema jubilatorio, que claramente constituye una reserva económica vinculada a la vejez que brinda la posibilidad de evitar condiciones de dependencia económica de la persona mayor respecto del eventual maltratador. Sin embargo, la jubilación es una condición necesaria pero nunca suficiente por sí sola para su integración, y mucho menos evitará su maltrato. Por eso, se requieren otro tipo de reservas.
Entre estas otras formas de reserva que se necesitan se encuentran las afectivas. Si bien es cierto que este tipo de lazos se construyen a lo largo de la vida, las comunidades y los Estados pueden hacer mucho para facilitar estos entornos afectivos, y también para debilitarlos.
Estas reservas afectivas juegan un papel decisivo en la vejez. La soledad es uno de los temas más complejos en esta etapa de la vida, de modo que estas reservas son claros recursos de afrontamiento. Un mayor que vive en un entorno contenedor y de amor puede confiar, se siente fuerte, no así el que está solo o aislado.
Es necesario entonces que se promuevan acciones que tomen en cuenta el fortalecimiento de los lazos familiares, sus relaciones vinculares afectivas y las diversas formas de familia. Son ejemplos de estas acciones los programas que favorecen la permanencia de la persona mayor en su hogar. En el caso de internaciones en residencias de larga estadía, hay que efectuar actividades de puertas abiertas, establecer un horario de visitas amplio y flexible e impulsar la vinculación intergeneracional familiar. Para ello, se deben generar vínculos familiares sanos que permitan incorporar y valorar el aporte de los abuelos como transmisores de la historia familiar.
Asimismo, es muy importante que quien sea designado como cuidador de la persona mayor sea concientizado sobre la relevancia de su trabajo, reciba la capacitación necesaria para brindarle cuidados efectivos y de calidad y se le otorgue también a él la contención necesaria.
Otro tipo de estas reservas con las que se debe contar para evitar o afrontar situaciones de maltrato son las vinculares, que permiten interactuar socialmente, ya sea con pares, jóvenes, niños, amigos, compañeros de tareas, de entretenimientos, entre otros. Estas reservas repelen la soledad o el aislamiento, promueven la autonomía y generan defensas contra el abuso y el maltrato. Es difícil que alguien que se mantiene vinculado, más allá de los afectos o de los lazos familiares, sea maltratado, y cuando lo es, su diagnóstico puede ser temprano.
Algunas acciones concretas para fomentar las reservas vinculares son las que permiten que la persona mayor pueda expresarse libremente, relacionarse y sostener sus vínculos, por ejemplo, la formación de movimientos
o asociaciones, al igual que las redes sociales ligadas a la tecnología o Internet, de modo que los programas de educación informática son una puerta a estas vinculaciones. Es importante arbitrar medidas efectivas y apropiadas desde un enfoque intergeneracional e intercultural, socavando prejuicios y estereotipos. Así, se logrará una visión más positiva de la vejez mediante la promoción de programas en los que se realicen interacciones significativas entre las personas mayores y los jóvenes. También cumplen un rol significativo los programas de acceso a la información, para que conozcan sus derechos, su contexto y la actualidad en la que están inmersas. La promoción de actividades de voluntariado apropiadas a sus intereses y capacidades, particularmente en las instituciones de larga permanencia, son acciones que colaboran con la formación de este tipo de recursos emocionales.
Las reservas de salud, incluyendo las cognitivas, se vinculan sobre todo con las etapas previas en la vida de la persona, con su genética, entre otros aspectos, pero deben reforzarse con acciones concretas. Entre ellas se encuentran las que fortalezcan y promuevan el envejecimiento activo —actividades físicas, culturales, aprendizaje de idiomas, entre otras—, y también las que favorezcan el conocimiento sobre el envejecimiento y las patologías prevalentes, garantizando que la persona mayor comprenda el tratamiento al que será sometida, a la vez que se fomenten técnicas de autocuidado.
Para enfocar la atención de la persona mayor desde el cuidado de su salud se le deben brindar servicios sociales y sanitarios integrados mediante profesionales especializados. Es importante que en los hospitales o en las salas de urgencia existan protocolos de intervención para atender a las personas mayores maltratadas.
Finalmente, se encuentran las reservas motivacionales, que permiten a la persona mayor sentir confianza para emprender nuevos desafíos, mantener aquellas actividades que disfrutan, conservar los vínculos, aprender y crecer como personas.
Las acciones concretas para fomentar las reservas motivacionales son aquellas que propenden al mantenimiento y el desarrollo de las capacidades y potencialidades de la persona mayor, la promoción y el respeto de su libertad de iniciativa, prestándoles los apoyos de asesoría, legales o financieros necesarios para el desempeño de sus actividades.
Del mismo modo, son significativas las acciones como la implementación de programas educativos en los cuales las personas mayores sean las transmisoras de conocimientos, cultura y valores espirituales; los programas de educación continua basados en la comunidad y orientados al esparcimiento, el desarrollo cultural y espiritual; las actividades físicas y otras formas de utilización creativa del tiempo libre. También es importante que se propicien políticas activas para luchar contra el analfabetismo.
Este tipo de reservas está directamente vinculado con la tarea de empoderar a la persona mayor para que pueda seguir creciendo y realizando actividades que la lleven a transitar esta etapa de la vida en forma activa. De lograrse este objetivo, se estará ante una persona llena de intereses, de movimiento y energía, que logre salir del lugar de sujeto pasivo o de supuesta carga para sus familiares. Indudablemente, se genera así una mejor valoración de sí misma y por parte del resto, y en consecuencia un alejamiento natural de las situaciones de maltrato.
Se advierte entonces que las distintas reservas generan entre sí una sinergia superior a la que podría lograr cada una por sí sola, puesto que se produce entre ellas una interacción de la que resultan potencialidades que se apalancan unas con otras.
Uno de los elementos centrales en el abordaje de la problemática del maltrato contra las personas mayores es la prevención, que por esta relevancia se constituye en una cuestión de salud pública (WHO, 2011). Y en el ámbito de la prevención, un asunto de suma importancia consiste en minimizar la soledad y proveer todas aquellas herramientas que puedan transformarse en reservas para la prevención de estas situaciones y la promoción de un trato digno y una vida plena para las personas mayores.
H. Condicionantes complementarios de prevención y protección
Existen otro tipo de acciones o estructuras complementarias que se unen al esfuerzo por mejorar la calidad de vida de las personas mayores y por ayudarlas a transitar un envejecimiento activo, alejado del maltrato. Estas acciones se ensamblan con las ya descritas, y son las que provienen de medidas de tipo legislativo, estructural, entre otros ámbitos. Tal es el caso de los organismos especializados en la atención de las personas mayores (véase el recuadro 1), o las leyes específicas sobre la tutela legal y las garantías para proteger su consentimiento.
Si bien es cierto que en la mayoría de los países no se ha adoptado una legislación específica sobre el maltrato contra este grupo social, esta situación suele estar contemplada en términos generales en el derecho penal o civil o bien incluida en la normativa genérica sobre los derechos de propiedad, la violencia familiar o la salud mental. Además, las normas específicas se potencian con los sistemas que se establecen para la protección desde la niñez, puesto que las reservas para afrontar estas circunstancias se construyen a lo largo de toda la vida.
En el caso de la Argentina, una de las políticas vigentes más significativas respecto de las personas mayores fue la inclusión, por medio del decreto 1454/05, de 2,5 millones de ciudadanos al régimen de la seguridad social, accediendo a una jubilación y a los servicios del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (INSSJP) – PAMI. Pero esa inclusión e integración se fomenta también mediante la asignación universal por hijo (*), que permite comenzar a generar reservas desde la niñez, puesto que al ingreso económico que se otorga mediante este beneficio se le asocian ciertos requerimientos educativos, planes de prevención en salud y la participación en la comunidad en forma integral. Luego, los programas de acceso a la tecnología en el nivel secundario permiten reducir la brecha tecnológica. De este modo, los niños y adolescentes beneficiados con estas políticas contarán con todas estas reservas de protección cuando sean personas mayores.
El liderazgo de las políticas y planes nacionales para prevenir el maltrato es una función de los organismos especializados en las personas mayores y de los ministerios de salud, pero también deben incluirse otras carteras en esta tarea, tales como la de justicia, educación, trabajo, medio ambiente y bienestar social, puesto que este problema demanda un abordaje integral.
En este marco, son también relevantes las medidas para mejorar los datos disponibles sobre la prevalencia y el control del maltrato, para contar con información suficiente y realista al momento de diseñar intervenciones de política. Además, es necesario promover mecanismos estructurales sobre las responsabilidades de los cuidadores o profesionales que interactúen con las personas mayores respecto de la notificación de los presuntos casos de maltrato. La notificación obligatoria se considera un instrumento valioso, puesto que omite la necesidad de que sea la persona mayor quien efectúe la denuncia.
En algunos países se han creado instituciones que se dedican a la lucha contra el maltrato, poniendo a disposición líneas telefónicas de denuncia, alojamiento temporal, asesoramiento jurídico, atención médica, la posibilidad de presentar denuncias anónimas, entre otras medidas (Decalmer y Glendenning, 1993). Además, se ha implementado un certificado obligatorio de buena conducta para los cuidadores a sueldo, algunas directrices específicas y la obligación de denunciar los malos tratos contra un mayor. Para esto también es importante que se implementen programas educativos destinados a los cuidadores.
Los equipos multidisciplinarios de mediación en estas situaciones aún no tienen un desarrollo suficiente, pero resultan una herramienta efectiva y de mayor accesibilidad, por cuanto no implican una denuncia judicial, pueden estar incluidos en las redes sociales y permiten solucionar el conflicto dentro del contexto en que se produce.
Las redes sociales y también las tecnológicas son muy efectivas para combatir el maltrato. En la Argentina, los centros de jubilados son ejemplos de ello, y también el uso de las nuevas formas de comunicación, pues un simple correo electrónico o un mensaje en Twitter pueden contrarrestar la soledad y hacer a la persona mayor menos vulnerable al maltrato, en un mundo cada vez más integrado, de más dimensiones “n” (véase el Diagrama 7).
Es importante que se incrementen los canales de comunicación para generar conciencia sobre la necesidad de evitar los malos tratos contra las personas mayores. Una herramienta esencial en este sentido es la concientización (OMS e INPEA, 2002), ya que con ella se llega al fondo de la cuestión y podrá hacerse visible el maltrato invisibilizado. Para ello deben utilizarse los medios de comunicación, los programas de educación, el marketing social, propiciando la perspectiva de un envejecimiento saludable y promoviendo la participación de las personas mayores en los procesos de transformación de la conciencia social.
I. Conclusiones
La construcción de reservas emocionales, cognitivas, vinculares y motivacionales en el marco de una sociedad permite que las dimensiones primarias —unidimensional o bidimensional— transiten hacia una sociedad abierta a otras dimensiones, en la que no solo se requiera un estatus moral y legal o normativo, sino también un estatus de integración con obligaciones recíprocas.
Ahora bien, el tipo de reservas que tengan las personas mayores dependerá, por lo general, de cuál sea la mirada de la sociedad hacia este grupo etario. En las sociedades lineales las reservas serán individuales y, por lo tanto, las personas mayores quedarán más expuestas al maltrato y a otros descuidos o negligencias. En una sociedad bidimensional, en tanto, las reservas solo acogerán a los similares, como sucede con el sistema jubilatorio. La persona mayor carecerá de factores de protección o de prevención integradores, por el solo hecho de que no hay visibilidad entre los distintos planos.
La tridimensional es una sociedad solidaria en la cual todos se preocupan por el bienestar de los demás y en la que las personas mayores, siempre que pertenezcan a la misma comunidad, serán consideradas y probablemente reciban elementos de diverso tipo que puedan considerarse factores de protección y de prevención que les permitirán construir reservas para evitar situaciones de maltrato.
En las sociedades multidimensionales, finalmente, no existen personas invisibles, las reservas serán de integración y por lo tanto eficaces para construir factores de protección y de prevención. Entonces, se debería aspirar a una sociedad que integre a todos sus miembros, promoviendo la construcción de reservas afectivas, económicas, vinculares y motivacionales desde la primera infancia y desde los distintos contextos —familiar, social, institucional y sistémico—. Ello a fin de que hacia 2050, cuando los jóvenes de hoy sean personas mayores, pertenezcan a una dimensión “n” en la que no existan invisibles.
En función de todo lo expuesto, puede sostenerse que el abuso y el maltrato contra las personas mayores constituyen una problemática que exige ser vista y demanda que se forjen acciones eficaces para su prevención y protección, tarea que atañe a todos y a cada uno de quienes formamos parte de esta sociedad. Como sostenía Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz en 1986: “Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. La posición neutral ayuda siempre al opresor. Nunca a la víctima. El silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre”.
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El maltrato hacia las personas mayores: mecanismos de prevención y protección
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Revista GeriatrÃa ClÃnica
Número 02 | Volumen
8 | Año 2015
Editorial
Natalia Soengas
El maltrato hacia las personas mayo...
Luciano Di Cesare
Osteoporosis en ancianos mayores de...
MarÃa J Soutelo y cols.
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